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El cuidado del ambiente y el judaísmo

Uno de los más graves problemas que sufre nuestro planeta es la contaminación del ambiente, en gran medida debida a la acción desaprensiva del ser humano. En el en el área de Ciencias Naturales de nuestra escuela abordamos las problemáticas ambientales, sus causas y su tratamiento, a partir de saberes construidos en los marcos de la ciencia erudita, es decir, la ciencia de los científicos.


Es interesante reconocer que también el pueblo judío sostiene una cultura de protección de la naturaleza, expresada en las fuentes tradicionales y en nuestras acciones cotidianas.


De acuerdo con la Torá, la Tierra no le fue concedida al hombre para que se adueñara de ella, sino para que actuara como su guardián, manteniéndola y preservándola en beneficio propio y de las generaciones venideras, ya que la mente y el espíritu del hombre también están sujetos a la influencia ambiental. Así Adam, el primer hombre, fue introducido en el Jardín del Edén para trabajarlo y cuidarlo. Los sabios del Talmud interpretaron el texto bíblico de la siguiente manera:

“Cuando Dios creo al hombre, lo llevó hasta los árboles del jardín del Edén y le dijo: mira cuán bellas y admirables son mis obras; todo lo que he creado lo he hecho para ti. Cuida de no estropear y destruir mi mundo, pues si lo haces no habrá quien lo enmiende.”


En el tratado Sanhedrin del Talmud, se cuenta una bella leyenda:


“Un hombre que limpiaba su terreno, arrojaba los desperdicios en la vía pública. Un hombre piadoso que transitaba por ese camino se le acercó y le dijo: ¿Por qué arrojas desperdicios desde un lugar que no te pertenece hacia otro lugar que es realmente tuyo? El hombre se quedó perplejo, sin entender el significado de la contradictoria pregunta y se mofó de él. Luego de un tiempo el hombre vendió su terreno. Un día, paseando por el camino que bordeaba a su antigua propiedad tropezó con aquellos desperdicios que él mismo había arrojado. Recién entonces comprendió lo que el hombre piadoso le había querido decir.”


Tan importante es la naturaleza para el judaísmo que en el Baba Kamá (otro tratado del Talmud) se puede leer: ¨Se prohíbe habitar en ciudades que carezcan de jardines y de verde”.


El cuidado del ambiente incluye, para el judaísmo, a todos los seres vivos, entre ellos los animales, bajo el concepto de “Tza’ar baalei jaim”, es decir evitar todo sufrimiento a los animales. Muchos de los argumentos para justificar la kashrut están contenidos en este concepto. Las leyes de kashrut intentan instaurar la visión de la santidad de la vida, pues restringen la ingestión de la sangre y disminuyen casi al mínimo el dolor de los animales al ser sacrificadas para el consumo. Además, la caza como deporte ha sido prácticamente prohibida en el judaísmo.


En cuanto a los vegetales, nuestros alumnos aprenden que Tu Bishvat, la celebración del año nuevo de los árboles, constituye un día de importancia agrícola, de renovación de la planta y maduración de sus frutos.


Otra parábola del Talmud (tratado de Taanit) da cuenta del cuidado y el respeto por la naturaleza, además de la visión de futuro:


“Caminaba Joni y vio a un hombre que estaba plantando un algarrobo. Le preguntó:

-¿Dentro de cuánto tiempo dará frutos?

-Dentro de 70 años.

-¿Y tú piensas que vivirás 70 años más y alcanzarás a comer de sus frutos?

-Cuando yo vine al mundo, explicó el hombre, ya lo encontré poblado de algarrobos. Así planto yo para mis hijos.


En otro tratado del Talmud, el Kohelet Rabá, podemos leer que:


“Cuando el Eterno creó al primer hombre, lo tomó y le mostró todos los árboles del Paraíso, y le dijo: observa mi obra, cuán bella y digna de elogio es, y todo lo que he creado lo he hecho por ti. Atiende, pues no corromperás ni destruirás mi mundo, ya que si lo alteras no hay quien lo pueda componer“.


Las actitudes y las acciones en favor del cuidado del ambiente resultan parte integrante de nuestro tradicional concepto de Tikun Olam: reparar el mundo está en nuestras manos. A veces por omisión e indiferencia, y otras por voracidad o ambición desmedida, hemos contaminado el entorno natural en el que convivimos. De nosotros depende mejorarlo, y en la escuela nuestros alumnos se apropian de las herramientas para ello, tanto desde el aprendizaje de las Ciencias Naturales como el de la práctica de los valores de nuestra cultura judía.



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